Le debemos tanto a la vida que es muy raro pensarlo. Le debemos todo, lo bueno y lo malo, nuestro sufrimiento, nuestros momentos más dolorosos que encerramos en el fondo de nosotros, en una cajita de Pandora, que querríamos que nadie supiese por miedo a que encuentren como eres, cómo piensas y cómo actúas, y nuestros momentos más felices, que cuentas a todo el mundo como si tu boca fuese un micrófono.
A veces me encantaría encerrarme en mi cuarto y no salir, otras veces, escapar al balcón, o a la calle, o a cualquier parte, y gritar con todas mis fuerzas: “lo conseguí”.
Por que a la vida le debemos todo, la música, las tristezas, las diversiones, las risas, los lloros, los enfados, las reconciliaciones, el odio, el amor, la amistad...
Los momentos que consigues que duren más de lo que pueden solo guardando cada segundo en tu mente, y cada vez que lo recuerdes, sonreirás, y en ese momento gritarás alto, volando como un pájaro, tu felicidad, para que la gente se entere.
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